Durante una estancia en Camarga en mayo de 2024, tuve la suerte de visitar las Santas Marías de la Mar unas semanas antes de la famosa Peregrinación de los Gitanos. Aunque los peregrinos aún no habían invadido la ciudad, pude constatar la fervor que rodea a la Virgen Negra, una estatua con la imagen de Santa Sara, patrona de los gitanos. Quisiera compartir con ustedes el recuerdo de esta experiencia memorable.
El lugar de una de las más bellas peregrinaciones de Francia.
Para todos aquellos que nunca han visitado las Saintes-Maries-de-la-Mer ni siquiera la Camarga antes, creo que es necesario precisar que este municipio de Bocas del Ródano, considerado como la capital de la Camarga, es el escenario de una de las más bellas peregrinaciones de Francia.
Cada año en mayo, los gitanos vienen por miles de los cuatro rincones de Europa para honrar a Santa Sara, la patrona de los gitanos. Durante este encuentro impregnado de gran fervor, la estatua de la Santa es llevada en procesión solemne hasta el mar.
La procesión hasta el mar marca el apogeo de la Peregrinación de los Gitanos, un evento que dura unos diez días en total. Durante este período, los peregrinos hacen cola en la cripta de la iglesia de Nuestra Señora del Mar para besar la estatua de su Virgen Negra.
Una visita imprescindible a las Saintes-Maries-de-la-Mer
Para mi primera estancia en la Camarga, me pareció imprescindible visitar su capital. La localidad, de tamaño modesto, se encuentra al final del delta de la Camarga, enclavada entre los dos brazos del Ródano.
Tan pronto como llegas al lugar, es fácil encontrar el monumento emblemático del pueblo, por supuesto me refiero a la iglesia de Nuestra Señora de la Mar. Su espectacular campanario-muro es un hito que atrae todas las miradas y arrastra a la multitud de visitantes de manera casi magnética.
Es a la sombra de esta iglesia fortificada románica del siglo XII donde se conserva la estatua de Santa Sara, fuera de los períodos de peregrinación. La visita a la cripta que alberga a la Virgen Negra de los Gitanos es una parada obligatoria para todo recién llegado. Me la habían descrito como una atracción turística que no te puedes perder, pero no esperaba vivir una experiencia tan singular.
La leyenda cuenta que Sara era la sirvienta negra de María Salomé y María Jacobe, las santas cristianas que dieron su nombre a las Santas Marías de la Mar. Las tres mujeres habrían derivado desde Palestina, en una barca sin remos, para desembarcar en esta costa. En una de las calles del pueblo, vi un escudo que ilustra esta leyenda local.
Una experiencia fuera de lo común.
Como suele suceder al entrar en un edificio religioso, se siente en la iglesia de Nuestra Señora de la Mar una calma solemne que contrasta con la efervescencia de las calles turísticas de la capital camarguesa. También se nos recibe, desde la entrada de la iglesia, con una frescura bienvenida en los días soleados.
Sin embargo, la diferencia de temperatura entre el exterior y el interior del edificio no es nada en comparación con la que se siente al descender a la cripta dedicada a Santa Sara. No me esperaba en absoluto el calor que te golpea en la cara en cuanto cruzas el arco que conduce a la cripta semienterrada. Mi sorpresa fue tal que, durante unos momentos, mientras entraba en la cripta tras numerosos otros visitantes, no comprendí el origen de este fenómeno.
Un examen más atento de los lugares me reveló que la atmósfera sobrecalentada de la cripta era debido a las innumerables velas votivas encendidas por los visitantes y que ardían a mi alrededor.
Una fervor contagioso
Ya seas creyente o no, te recomiendo encarecidamente la visita a esta iglesia y especialmente a su cripta durante tus próximas vacaciones en Camarga. En mi opinión, se trata de la experiencia más memorable que se puede vivir en el lugar. No había terminado de sorprenderme cuando hacía cola para acercarme a la estatua de Santa Sara, admirarla y tomarle una foto.
Primero noté, sobre las velas, la presencia de múltiples exvotos, pequeñas placas grabadas que llevan los agradecimientos de las personas cuyos deseos habían sido cumplidos. Su número atestiguaba los milagros que los gitanos habían atribuido a lo largo de los años a su santa patrona.
También observé que muchos visitantes que venían a orar frente a la estatua de la Virgen Negra no dudaban en tocar el tejido de su vestido ricamente bordado, e incluso acariciar el rostro de ébano de la estatua. Nunca antes había presenciado tales gestos de fervor en una iglesia católica.
En la atmósfera tan particular de esta cripta, llena de visitantes, oscura y sobrecalentada, es difícil no dejarse llevar por la emoción. La estatua que todos vienen a admirar puede parecerte pequeña y frágil bajo sus numerosos collares y capas de ropa… Pero la devoción que la rodea es inmensa y muy claramente perceptible en estos lugares.